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miércoles, abril 15, 2015

Libros - "Escucha pequeño hombrecito"


Escucha Pequeño hombrecito                           por Wilhelm Reich                     
Pequeño Hombrecito, de tí depende el destino de la humanidad. Pero me da miedo, porque no hay nada de lo que huyas más, que de tí mismo. Estás enfermo, ¡muy enfermo!, Pequeño Hombrecito. No es culpa tuya. Pero es tuya la responsabilidad de curarte. Debes comprender que hiciste de tus pequeños hombres tus propios opresores, y que hiciste mártires de tus hombres auténticamente grandes; que los crucificaste y asesinaste y les dejaste morir de hambre; que ni siquiera tuviste un pensamiento para ellos y su trabajo por tí; que no tienes idea de a quién debes las plenitudes, cualesquiera que sean, que existen en tu vida.
Dices, «Antes de creerte quiero conocer tu filosofía de la vida.» Durante mucho tiempo estuve en estrecho contacto contigo porque conocía tu vida por mi propia experiencia y quería ayudarte. Mantuve este contacto porque tú reclamabas mi ayuda, a menudo derramando lágrimas. Poco a poco entendí que aceptabas mi ayuda, pero que eras incapaz de defenderla. No soy Rojo, ni Negro, ni Blanco, ni Amarillo; No soy Cristiano, ni Judío, ni Mahometano, ni Mormón, ni Poligamio, ni Homosexual, ni Anarquista, ni Boxer...
Abrazo a mi mujer porque la amo y la deseo y no porque tenga un certificado de matrimonio o porque esté sexualmente hambriento
No le pego a los niños, no pesco ni cazo ciervos o conejos. Pero soy un buen tirador y me gusta dar en el blanco.
No juego al bridge ni organizo fiestas para extender mis teorías. Si mis enseñanzas son correctas se extenderán por sí mismas.
Respeto estrictamente toda ley razonable, pero la combato cuando es obsoleta o sin sentido. (No corras al juez municipal, Pequeño Hombrecito, ya que él hace lo mismo si es un individuo decente).
No creo que para ser religioso en el auténtico sentido de la palabra, uno tenga que arruinar su vida amorosa, rigidizarse y reprimirse en cuerpo y alma.
Sé que lo que tú llamas «Dios» existe realmente, pero de manera diferente a lo que tú piensas: como la primordial energía cósmica en el universo, como el amor en tu cuerpo, como tu honestidad y tu sentimiento de la naturaleza en tí mismo y a tu alrededor.
Tengo miedo de tí, Pequeño Hombrecito. No siempre fue así. Yo mismo fui un Pequeño Hombrecito, entre millones de Pequeños Hombrecitos. Entonces llegué a ser un científico natural y un psiquiatra, y aprendí a ver cuán enfermo estás y cuán peligroso te hace tu enfermedad. Aprendí a ver el hecho de que es tu propia enfermedad emocional, y no una fuerza exterior, la que, cada hora y cada minuto, te anula, incluso aunque no exista ninguna presión externa.
Desde hace tiempo te habrías liberado de tus opresores si no hubieras tolerado la opresión y no la hubieras apoyado tan activamente. Ninguna fuerza policial del mundo sería suficientemente poderosa para suprimirte si tuvieras sólo un ápice de autorespeto en la práctica diaria de vivir, si supieras profundamente, que sin ti la vida no duraría ni una hora.
Habrías vencido a los tiranos hace tiempo, si interiormente hubieras estado vivo y sano. Tus opresores provienen de tus propios medios, así como en el pasado provenían de los estratos superiores de la sociedad. Incluso son más pequeños de lo que tú eres, Pequeño Hombrecito. Ya que se necesita una buena dosis de mezquindad para saber de tus miserias a través de la experiencia y entonces utilizar este conocimiento para anularte.


¡ESCUCHA, PEQUEÑO HOMBRECITO! no es un documento científico sino un documento humano. Fue escrito en el verano de 1945 para los archivos del Instituto Orgonómico y no estaba destinado a publicarse. Es el resultado de las tempestades y luchas internas de un científico y médico natural que ha observado durante decenios -primero como ingenuo espectador, después con asombro y por fin con horror-, lo que el hombre de la calle se inflinge a sí mismo, cómo sufre y se rebela, cómo admira a sus enemigos y asesina a sus amigos...